jueves, 19 de diciembre de 2013

Casos surrealistas en un mundo demasiado real

Los retazos violáceos que enmarcaban tus ojos verdes me contaban historias de insomnio y terror. Las heridas que nunca se llegaron a formar duelen más que nunca. Y tus labios rotos contaban silencio en su forma más dolorosa.
Me contaba tu piel amoratada que aún te duele respirar, me decían tus manos temblorosas que el frío de la noche te susurraba palabras bonitas. El pozo de tu mirada me decía que me quedara un poco más.
¿Quién hubiera dicho que te enamorarías de los pasos sobre la niebla?
¿Quién diría que te acabaría matando?
...
El médico entró en el salón. Olor a whisky y tabaco. Sus ojos buscaban el cuerpo pálido de la chica de las ojeras. Yacía sobre el sofá. Nadie había ido a buscarlo.
-Vaya, así que esta es la chica. Casi se pueden ver sus huesos a través de la piel.
-No hemos descubierto la causa de la muerte. No parece haber ningún indicio de que haya sido asesinada. Creemos que es un suicidio.
-¿Sabes lo que le pierde, señor? Le pierde su realismo, le pierde su empeño en los hechos, le pierde no poder imaginar más allá de lo que ve. Claro que no es un suicidio. Simplemente se ahogó con las palabras que nunca dijo. 
-Rin.


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